Imperialismo y semifeudalidad en la España contemporánea [Cap. I – El caciquismo de Casimiro Curbelo en la Isla de la Gomera]

Imperialismo y semifeudalidad en la España contemporánea

Presentación de la colección

Marx nos avisó que no existía un modo de producción sin vestigios ni herencias del modo de producción pasado. Lenin, siguiendo a Marx, analizó magistralmente el imperialismo, y supo ver cómo el proceso de transformación de capitalismo librecambista a capitalismo monopolista solo era posible gracias a la concentración y acumulación de la producción. Y este hecho que solo era posible con la guerra y rapiña contra los países que luego serían colonias. Lenin vino a decir, resumidamente, que no puede haber imperialismo sin feudalismo, y dejó como tarea pendiente -como él mismo dijo- el problema de la revolución en los países semicoloniales y semifeudales, países donde las contradicciones principales eran distintas y el problema de la propiedad de la tierra y de los campesinos pobres era fundamental para la revolución. La revolución china, bajo la jefatura del Presidente Mao, resolvió la tarea pendiente, y gracias a una guerra popular de más de 20 años hoy tenemos la teoría de la Revolución de Nueva Democracia.

Huelga decir que el problema de la semifeudalidad es un problema de primer orden para los países semicoloniales y semifeudales dominados por el imperialismo. En esos países, las relaciones sociales de producción feudales y precapitalistas rigen el día a día de las masas, pues no hay libertad personal aunque virtualmente sí la haya. El capitalismo burocrático que se desenvuelve en estos países y el dominio imperialista se sustenta sobre el problema de la tierra1 y la semifeudalidad. Sin embargo, hay algo que no debemos olvidar y hemos dicho al principio: los modos de producción no son perfectos.

En todos los países imperialistas hay vestigios de semifeudalidad en lo político, en lo cultural e incluso en lo económico. Estos vestigios son más o menos intensos en función de las condiciones concretas y el desarrollo histórico del país. Más o menos importantes, más o menos fuertes, determinando más o menos algunos aspectos de la revolución, pero estos vestigios existen. Los revolucionarios de los países imperialistas deben estudiar cómo afectan estos vestigios a su país, pues si hay vestigios semifeudales que son importantes, la revolución socialista debe barrerlos. Y si eso es así, significa que hay masas que deben organizarse bajo la bandera del barrimiento de estos vestigios. Más aún hoy, que vivimos en un momento donde el imperialismo está en su mayor momento de descomposición en la historia.

Si los revolucionarios de los países imperialistas deben estudiar los vestigios de semifeudalidad en su país, más deben hacerlo los revolucionarios españoles. España sea, seguramente, uno de los países imperialistas de Europa con más vestigios semifeudales, tanto cuantitativa como cualitativamente. Estudiar estos vestigios no es negar el carácter socialista de su revolución, sino más bien todo lo contrario, es comprometerse a llevarla a buen término.

Vestigios políticos de la semifeudalidad hay muchos, y por mencionar algunos, tenemos la pervivencia de la Corona Española y su Casa Real, o el mantenimiento de la Iglesia Católica como institución religiosa preferente.

Vestigios culturales los hay, algunos más invisibles, como la forma en que los pequeños propietarios de la hostelería dicen: “¡Este es mi negocio y aquí se hace lo que yo digo!” Aquí se muestran propietarios capitalistas que se comportan como señores feudales, que siguen anclados mentalmente en la dependencia y en el derecho feudal, y no en el derecho burgués de la libre concurrencia de capital y en la libertad personal.

Vestigios económicos, que los vemos más fácilmente en los cientos de pequeños campamentos que hay por todo el estado, donde acampan miles de jornaleros pobres. La mayoría de ellos provienen del África subsahariana, y es el tercer mundo en el corazón de la metrópolis imperialista. Viven en chabolas, sin acceso a luz, lejos del agua potable, entre suciedad y enfermedades, y con poca o ninguna atención sanitaria debido a la represión estatal por ser considerados ilegales. Estos jornaleros no tienen libertad personal, o la tienen muy limitada, y la libertad personal es la base de la libertad contractual del capitalismo.

Estos vestigios semifeudales en lo político, en lo cultural y en lo económico deben estudiarse seriamente, pues afectan a la definición de la Línea Política General de la revolución española, y en última instancia, a la reconstitución del Partido Comunista y a la propia guerra popular.

Bajo esta premisa, publicamos la colección “Imperialismo y semifeudalidad en la España contemporánea” con la que pretendemos servir a la discusión de estos temas. El primer capítulo habla sobre la pervivencia del caciquismo en las Islas Canarias, tomando como ejemplo al cacique supremo de la isla de La Gomera: Casimiro Curbelo.

Equipo editorial de Servir al Pueblo

Septiembre de 2025

El cacique Casimiro Curbelo. Fuente: El Español.

El caciquismo de Casimiro Curbelo en la Isla de la Gomera

Capítulo I – Imperialismo y semifeudalidad en la España contemporánea

En la década de los setenta, en medio de una tremenda crisis económica y política, la burguesía imperialista española pone en marcha el proceso de transición de un sistema de gobierno2 fascista a uno democrático-burgués, una reestructuración estatal con la que pretendía perpetuar su dictadura sobre las clases populares y enfrentar la situación revolucionaria que venía desarrollándose desde finales de los años sesenta. Este proceso incluía la transición de un sistema de organización estatal basado en el centralismo burocrático-caciquil al llamado Estado de las Autonomías, el café para todos con el que se pretendía reconducir el problema nacional que venía desarrollándose desde el siglo XIX y que había jugado un papel crucial en la guerra nacional revolucionaria de 1936-1948.

La tarea no era fácil y se generaron considerables tensiones a la hora de decidir las provincias que se integrarían en tal o cual Comunidad Autónoma, las vías de acceso (la vía lenta del artículo 143 o la vía rápida del 151 de la Constitución) y a la hora de fijar la capital de esas mismas Comunidades. Por ejemplo, hubo serios problemas a la hora de integrar Almería en una Comunidad andaluza constituida por el 151; hubo problemas con León y Burgos (cabeza de Castilla) en Castilla y León, y con Santander (la montaña de Castilla) y la Rioja, que se constituían ahora en comunidades uniprovinciales. También hubo problemas en Galicia y Extremadura con la elección de la capital, etc. Pero uno de los grandes retos que debía enfrentar la nueva organización autonómica estaba en el Archipiélago canario, a más de 1.000 kilómetros de las costas gaditanas. Las oligarquías de Canarias3, históricamente fragmentadas4, tenían muchos recelos respecto a la nueva Comunidad Autónoma en la que debían integrarse. Por un lado, temían que la nueva Comunidad Autónoma supusiera una pérdida de su autonomía política, bien defendida desde 1912 a través de los Cabildos Insulares. Por otro lado, preocupaba que se volviera a reproducir el histórico “pleito insular” que había enfrentado a las oligarquías caciquiles de las dos islas mayores (Gran Canaria y Tenerife), lo que había dado lugar a la división provincial de 1927 (hasta ese momento, las Islas conformaban una única provincia).

Para contentar a las fracciones caciquiles de las siete islas el sistema autonómico canario se articuló sobre el principio (nunca reconocido legalmente) de la “triple paridad” que consistía en que el reparto de escaños en el parlamento autonómico entre las diferentes islas debía igualar, por un lado, el peso de las dos islas capitalinas entre sí (Tenerife y Gran Canaria); por otro lado, a las dos provincias que conforman el archipiélago (la de Santa Cruz de Tenerife y la de Las Palmas); y por último a las islas capitalinas con las islas no capitalinas (o sea, que Tenerife y Gran Canaria juntas tuvieran tantos escaños como La Palma, Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro juntas). En teoría, este reparto del poder entre las siete islas venía a equiparar el peso político de las oligarquías de las dos islas mayores (históricamente enfrentadas entre sí) y a impedir la supremacía de éstas sobre las oligarquías de las islas menores, mucho menos pobladas. En la práctica, lo que el sistema generó fue uno de los sistemas electorales más desproporcionados que se conocen. En Canarias se dice que si el Archipiélago fuera un Estado, no sería admitido en la Unión Europea por la desigualdad de su sistema electoral. Más allá de lo justo o injusto del sistema (aspecto subjetivo que depende del lugar desde el que se mire), lo que está claro es que benefició al campo frente a la ciudad, dando lugar a una sobrerrepresentación política de las islas menos pobladas frente a las más pobladas (donde están las capitales provinciales y las principales ciudades), hasta el punto de que la circunscripciones que concentraban el 83% de la población elegían sólo a la mitad de los diputados del Parlamento canario, mientras que las circunscripciones que no superaban el 17% de la población elegían al otro 50%. Esta desproporción se registraba también en el resto de Comunidades Autónomas de España (pues en todas se quiso limitar el peso político de las áreas urbanas), pero en Canarias alcanzó las más altas cotas de desigualdad. La reforma del sistema del sistema electoral que tuvo lugar en 2018 (con la creación de una circunscripción autonómica que se añadió a las siete insulares, acabando con el principio de la triple paridad) en teoría se suponía que venía a corregir parcialmente esta tremenda desigualdad, pero en la práctica se vio que no era así, para tranquilidad del caciquismo no capitalino. De hecho, en 2019, con el nuevo sistema ya en funcionamiento, en la isla de El Hierro (10.968 habitantes) se obtuvo un diputado con 960 votos, mientras que en Gran Canaria (851.231 habitantes) hicieron falta 54.464. Esto ha llevado a diversos expertos en Derecho Constitucional a reconocer que la reforma de 2018 no ha mitigado en absoluto “la baja calidad democrática del sistema canario”.

Y ha sido esta “baja calidad democrática del sistema canario” lo que ha permitido que determinadas banderías caciquiles de algunas islas, basándonse en el control político de un pequeño número de votantes más o menos cautivos (o directamente comprados), se hayan convertido en pieza imprescindible a la hora de conformar unos gobiernos autonómicos que nunca han contado con mayorías absolutas que los respaldasen. Empoderados por un sistema electoral que sobrerrepresenta a las oligarquías de las islas menores, algunos dirigentes políticos insulares se han convertido en los todopoderosos caciques a los que hay que contentar para conformar y mantener a los gobiernos autonómicos de turno pues en su mano está la facultad de poner y quitar Presidentes, Consejeros y Viceconsejeros autonómicos. Esto se traduce en inversiones millonarias para sus feudos insulares, que estos caciques -convertidos en una especie de virreyes insulares-, se encargarán de gestionar discreccionalmente a través de los cabildos, instituciones que manejan a su antojo y a través de las cuales se sostiene económicamente a la clientela a cambio de fidelidad política y, concretamente, a cambio del voto.

Porque, efectivamente, el sistema caciquil canario se caracteriza, no sólo por la sobrerrepresentación política de las oligarquías de las islas menores en la política regional, sino por la importancia de los Cabildos Insulares. Estas instituciones -incuestionables para la burguesía local- no son sólo órganos de gobierno, administración y representación de las Islas, sino que también se consideran legalmente como instituciones de la Comunidad Autónoma de Canarias. De esta forma, no sólo ejercen las competencias habituales de las entidades locales que realmente son, sino que ejercen una gran cantidad de competencias que les han sido transferidas o delegadas por la Comunidad Autónoma. Esto convierte a los Cabildos en el instrumento principal del poder político de las burguesías insulares. Superan, así, considerablemente, el peso que tienen en la península las diputaciones provinciales, que son los mismos nidos de caciques que los cabildos, aunque con menos poder.

Esta sobrerrepresentación de los terratenientes y los reaccionarios en el sistema de gobierno de las islas, ha sido la pequeña concesión de la gran burguesía imperialista a las clases dirigentes locales. Permitiéndoles ser partícipes del gobierno en sus islas y mantener su condición de caciques -principalmente a través de las subvenciones e inversiones estatales-, los reaccionarios locales asumen una posición de completa sumisión a los deseos de los imperialistas. La Canarias sin industria, sin empleo, sin futuro y eternamente pobre, condenada a ser el patio trasero de la península, es su responsabilidad directa.

Y si hay una persona que concentra en sí misma todo lo que hemos expuesto anteriormente, no es otra que Don Casimiro Curbelo, el gran cacique de La Gomera, amo y señor de la isla. A diferencia de los que hablan de la “baja calidad democrática del sistema canario”, Curbelo lo considera “extraordinario y equilibrado”. Y extraordinaria, sin duda, ha sido su carrera, aunque no podríamos decir que también haya sido equilibrada. Entró política afiliándose al PSOE en 1982, tras la mayoría absoluta de Felipe González. No tardó en ganar la alcaldía de la capital de la Isla, San Sebastián de La Gomera [5.732 habitantes en ese momento5], cargo que ejerció hasta 1986, cuando fue inhabilitado por la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife por el abuso de poder que supuso la detención ilegal de dos vecinos de la localidad. Ya apuntaba maneras. Posteriormente, en 1991 fue elegido Presidente del Cabildo Insular. Y ahí sigue 34 años después, arrasando con mayoría absoluta en todas las elecciones a las que se ha presentado: en 1995, 1999, 2003, 2007, 2011, 2015, 2019 y 2023. Hasta 2011 lo hizo bajo las siglas del PSOE y desde 2015 bajo las siglas de la Agrupación Socialista Gomera, el partido que fundó cuando diversos escándalos lo indispusieron con la Ejecutiva de Ferraz.

Con los poco más de 6.000 votos que Curbelo controla en la isla colombina (el 38% de las personas con derecho a voto), tiene casi siempre asegurados tres diputados autonómicos de los cuatro que corresponden a la circunscripción insular de La Gomera (23.076 habitantes en 2023), que son los que finalmente acaban decidiendo qué partido gobierna la Comunidad Autónoma de Canarias (2.202.048 habitantes en 2023). E incluso cuando los escaños de Curbelo no han sido estrictamente necesarios para la constitución del Gobierno (como sucedió en 2023 con el actual Gobierno autonómico de Coalición Canaria-Partido Popular-Agrupación Herreña Independiente) los partidos en los que se basa la alianza de Gobierno no han dudado ni un segundo en invitar a la Agrupación Socialista Gomera a suscribir el nuevo pacto de gobierno, sin importar que el partido de Curbelo formara parte del gobierno anterior, liderado por el PSOE. Y si el anterior gobierno entregó a Curbelo la Consejería de Turismo, Industria y Comercio, en esta ocasión el cacique gomero obtuvo el control de áreas como Carreteras (suculento botín), infraestructuras y planificación del territorio, destacando la importancia de Gesplán (Gestión y Planeamiento Territorial y Medioambiental). La empresa pública Gesplán es una de las fuentes principales de trabajo -temporal- de la clase obrera de La Gomera, que ya venia siendo, desde la anterior legislatura, un arma de sumisión masiva en manos de papi Curbelo. Como afirma la oposición, “Gesplan se ha convertido en una agencia de colocación. Si necesitas trabajo acudes a la tercera planta del Cabildo o hablas con el representante de la Agrupación Socialista Gomera de tu municipio. Independientemente de tu capacitación”. Y todo esto con poco más de 6.000 votos, unos votos que Curbelo puede asegurarse para próximos comicios mediante la gestión personalista de los millones de euros con los que el Gobierno regional de turno debe comprar la fidelidad del cacique gomero. Es la pescadilla que se muerde la cola: la fragmentación electoral que promueve el sistema caciquil canario hace que los escaños de islas poco pobladas como El Hierro o La Gomera (conseguidos con un escaso número de votos) sean imprescindibles para formar gobiernos autonómicos mínimamente estables; y para conseguir sumar esos escaños a los obligatorios pactos de cada legislatura, los gobiernos autonómicos han de poner en manos de las oligarquías de esas islas unos recursos lo suficientemente cuantiosos para volver a comprar esos mismos votos en las siguientes elecciones; unas elecciones en las que los escaños conseguidos con esos escasos votos volverán a ser necesarios para formar los nuevos gobiernos de turno. Y todo esto para satisfacción de caciques como Curbelo, quien afirma con rotundidad que Canarias “es una comunidad autónoma que tiene la suerte de que nunca ha habido una mayoría absoluta, ni la va a haber por mucho tiempo”. Y mientras no la haya, el curbelismo continuará siendo la más rancia y deleznable expresión de la dictadura de los imperialistas y la burguesía canaria sobre la clase obrera y el pueblo gomero, una dictadura equiparable a las que se vienen registrando en muchos territorios de Canarias y del resto del Estado español y que han encarnado también otros personajes de similar perfil, entre los que es imposible no acordarse de Xosé Luis Baltar en Ourense o Carlos Fabra en Castellón, por citar sólo a dos de los más conocidos.

La prensa regional e incluso la nacional suele hacerse eco de vez en cuando de la peculiar gestión de los recursos públicos que se hace en La Gomera, una isla en la que el Cabildo sufraga los gastos de los entierros de todos los gomeros (residan o no en la isla), beca a todos los estudiantes universitarios de la isla, ofrece transporte gratuito y concede ayudas para la compra de gafas o la consulta al dentista. ¿Quién no estaría de acuerdo con este nivel de prestaciones públicas? De alguna forma, acaba sobrevolando la vieja idea del “buen cacique”: que más da que sea un cacique, si consigue cosas buenas para el pueblo. Y no se puede negar que es la idea que tienen algunos -quizás muchos- en la isla. Pero en este tema, siempre es recomendable recordar al republicano leonés Gumersindo de Azcárate: “Decir cacique bueno es algo así como decir círculo cuadrado”.

Efectivamente, no hay cacique bueno. El caciquismo es siempre una tiranía, una forma particularmente opresiva y humillante de la dictadura que la burguesía ejerce sobre las clases populares. Y una tiranía es la que han tenido que sufrir en La Gomera aquellos que no han querido someterse a la voluntad egregia de papi Curbelo, aquellos que han caído en desgracia y aquellos cuyos nombres han sido escritos en la lista negra de Casimiro (lista que realmente existe). Por eso ciertas críticas públicas a las políticas del Cabildo (que es como criticar personalmente a Curbelo) sólo pueden firmarlas personas que viven en otra isla o cuyo sustento no dependa del contrato de seis meses cada año en la campaña de recuperación de bancales agrícolas, mejoras paisajísticas, conservación de senderos para el turismo o en la propias unidades administrativas de las instituciones insulares. Si vives en La Gomera y expresas públicamente tus críticas al Cabildo, quizás sea mejor que abandones la isla, como han tenido que hacer miles de gomeros a lo largo de la historia. La prensa regional se hacía eco hace varios años de una persona a la que se le negó un trabajo en un hotel de Vallehermoso después de conocerse que había comenzado a militar en un partido político que no era afín ni simpatizante del partido del Ayuntamiento y del Cabildo. Según le hicieron saber a la responsable del hotel, la contratación de esa persona podía ocasionar problemas a su pequeña empresa, así que la trabajadora acabó siendo descartada. Obviamente no se trata de un caso aislado:

“En nuestra isla la democracia está secuestrada por un caciquismo donde nadie puede expresarse libremente porque a los cinco minutos suena el teléfono. Es una llamada desde el pasado donde persiste la miserable costumbre de llamar al teléfono personal de aquél que se atreva a expresar una opinión contraria al jefe indiscutible del caciquismo gomero”.

El Cabildo invierte todos los años varios millones de euros en “programas para impulsar la empleabilidad” (así lo llaman), del tal forma que el número de desempleados en la isla depende del mes en que se hagan las encuestas y de que las Administraciones Públicas (Cabildo y Ayuntamientos) hayan puesto en marcha o no las contrataciones de cada año. Obviamente, son siempre trabajos temporales, cuya renovación en la siguiente campaña depende principalmente de la fidelidad de trabajador. Son trabajos que muchas veces se conceden “en la planta tercera del Cabildo”, donde está el despacho de Curbelo, cuyas puertas siempre están abiertas para los que tienen alguna necesidad. Se trata de generar empleo, en una isla en la que hay muy pocas oportunidades laborales al margen de las que ofrecen las Administraciones Públicas. Pero sobre todo, de lo que se trata es de comprar votos; los del trabajadores y los de toda su familia. La red clientelar no tiene que abarcar toda la isla. Basta que los beneficiarios directos o indirectos superen los 6.000. Esos son los votos que Curbelo necesita para revalidar continuamente su mayoría absoluta en el Cabildo Insular y para adjudicarse los tres escaños que decantan la balanza en el Parlamento regional. Contra lo que suele creerse, no es cierto que la mayoría de los gomeros voten por el partido de Curbelo. En realidad sólo lo hacen entre un 43% y un 38% de los que tienen derecho a voto, según se trate de elecciones al Cabildo o al Parlamento autonómico. Pero son suficientes.

La figura de Casimiro Curbelo es archiconocida en las Islas Canarias, pero fuera de ellas es más raro verlo aparecer en el debate público nacional. Pese a que ostentó veinte años el cargo de senador por La Gomera por el PSOE (entre 1991 y 2011), en Madrid no es particularmente recordado por su actividad en defensa de la isla por la que fue elegido. De hecho, en la última legislatura en la que ejerció este cargo, Curbelo “no ha tenido ni una sola intervención en el Senado en lo que va de legislatura. Ni una triste pregunta oral en el pleno, ni una petición de información, ni de comparecencia, nada. Su ficha está inmaculada desde que logró su acta en las elecciones de marzo de 2008”, por lo que era considerado como uno de “los más vagos del Senado”. Por lo que sí saltó Curbelo a la prensa nacional fue por la tangana que montó en julio de 2011 al finalizar uno de los plenos del Senado a los que había asistido. Tras finalizar su trabajo, Curbelo y su hijo, que no habían cenado, optaron por darse un homenaje en una marisquería capitalina y rematar la noche con una visita al prostíbulo Gola Chicas, estratégicamente situada en el centro financiero de Madrid. Según informó toda la prensa madrileña, Casimiro y su hijo “disfrutaron de algunos de los servicios que se ofrecen bajo el reclamo de «Date un lujo, hazte un gola», pero en un momento dado los ánimos se crisparon. Según algunas fuentes, el diputado quería optar a algún paquete del club sin abonar el precio; se entabló una discusión que acabó con una mesa y otros enseres rotos”. Al final acabó por acudir la policía y la cosa se complicó aún más: “Hubo insultos y zarandeos y padre e hijo pegaron a dos agentes, según consta en el atestado instruido y en el parte de lesiones que presentaron los policías. El diputado les amenazó con «echarlos» de su puesto y profirió expresiones racistas «hacia uno de ellos, tales como «a mí no me detiene un moro»”. Uno de los camareros del prostíbulo declaró posteriormente ante la Policía Nacional que desde que los Curbelo llegaron al local, en evidente estado de embriaguez, mostraron «una actitud chulesca, agresiva y grosera» con las mujeres que trabajaban en el local y -especialmente el hijo- no cesaba de increpar y proferir todo tipo de insultos e improperios hacia las mujeres«. Pocos días después del “incidente lamentable que le puede ocurrir a cualquiera” (según comentó Curbelo a su regreso a La Gomera), el cacique isleño acabó finalmente renunciando a su acta de senador, como le pedían diversos miembros de la dirección socialista, que no podían permitirse un escándalo tan vergonzoso.

El escándalo del prostíbulo no fue, sin embargo, el único que salpicó al buen cacique gomero. Mayor dimensión adquirió -sin tanto morbo pero con más miga- el asunto del incremento “atípico” de su patrimonio personal, que pasó en una década de los 364.000 euros a más de 2.000.000 de euros gracias a ciertas operaciones urbanísticas (con recalificación de terrenos incluídas) que presentaban claros indicios -según la Guardia Civil- de estar vinculadas a actividades delictivas. Fue lo que se conoció como “operación Telaraña”, una operación que acabó con el procesamiento de Curbelo por prevaricación, cohecho y tráfico de influencias. Entre las actividades privadas sospechosas de Curbelo se encontraba una permuta con un empresario que le supuso un beneficio de 889.000 euros. En la documentación del sumario, la Unidad de Delitos Urbanísticos de Santa Cruz de Tenerife informaba de que Casimiro Curbelo poseía en los años noventa una vivienda, un local comercial, tres garajes, un trastero y una séptima parte, por herencia, sobre cuatro fincas situadas en una zona de San Sebastián de La Gomera. Sin embargo, años después este patrimonio de había quintuplicado, de forma que Curbelo y su familia poseían “siete viviendas en La Gomera, La Laguna (Tenerife) y Villanueva de La Cañada (Madrid), nueve garajes y cuatro locales comerciales, más 12.999 participaciones, valoradas en 485.394 euros, en Lameros del Barranco SL, una sociedad mercantil propietaria de unos terrenos urbanizables situados en el plan parcial del mismo nombre, en la villa de San Sebastián de La Gomera”. Además, durante ese período, recibió ingresos «no justificados» que ascendieron a 96.450 euros”, ingresos que no podían explicarse fácilmente con las retribuciones que recibía Curbelo por los cargos públicos que desempeñaba en esos años.

La cuestión es que los diversos escándalos y chanchullos que afectaban a Casimiro Curbelo fueron indisponiendo al buen cacique gomero con la dirección de su partido, que intentaba guardar un poco las apariencias y no aparecer ante la vista de todos como lo que realmente era: un nido de caciques y corruptos que estaba tan podrido como lo estaban sus rivales. En 2011, tras el “incidente lamentable que le puede ocurrir a cualquiera”, la dirección socialista consideró “no idónea” la decisión de las asambleas locales del PSOE gomero de que Curbelo se presentara nuevamente al Senado, cargo del que había dimitido dos meses antes. De esta forma, Curbelo retira su candidatura al Senado. Fue en ese mismo momento (septiembre de 2011) cuando se inscribe en el Registro de Partidos Políticos del Ministerio del Interior la Agrupación Socialista Gomera (ASG), figurando como Presidente el curbelista Adasat Reyes, recién elegido Alcalde de San Sebastián por el PSOE (actualmente, Vicepresidente primero del Cabildo Insular). El nuevo partido quedaba así oficialmente inscrito para que Casimiro tuviera listo un nuevo instrumento político -con forma de partido- con el que concurrir a las elecciones cuando su permanencia en el PSOE no fuera posible, algo que ya se oteaba en el horizonte. Y ese momento vino cuatro años después, a raíz de la imputación de Curbelo en la “Operación Telaraña”, cuando la dictadura de Casimiro parecía que podía desmoronarse y arrastrar a los diversos caciquillos menores de la isla, que maniobraban ante Ferraz para salvarse de la quema. En ese momento, la Ejecutiva Federal del PSOE en Madrid decide destituir a Curbelo de la Secretaria General del Partido en La Gomera y nombrar una comisión gestora. La respuesta de Curbelo fue presentar su baja en el Partido y descongelar a la Agrupación Socialista Gomera que había creado cuatro años antes, esgrimiendo que “los ciudadanos creen más en las personas y menos en las siglas”. En un encuentro con militantes y simpatizantes de su nuevo partido, Curbelo llamó a sus opositores en la isla a sumarse al nuevo proyecto, insistiendo en su “capacidad para perdonar y ser generoso” incluso con los que en el pasado se hubieran atrevido a expresar sus discrepancias”. Pelos como escarpias.

A partir de ese momento, el Partido Socialista no ganó más unas elecciones en La Gomera. Tres meses después de la destitución de Curbelo de la Secretaría General del PSOE y su consiguiente baja del Partido tuvieron lugar en Canarias nuevas elecciones municipales, insulares y autonómicas. En cuanto al Cabildo Insular, la ASG de Curbelo ganó por mayoría absoluta (5.972 votos y 10 consejeros), mientras que el PSOE sólo conseguía retener 1.816 votos y 3 consejeros (de los 6.554 y 10 consejeros que había obtenido en 2011). En cuanto a las Autonómicas, la Agrupación Socialista Gomera se estrenaba con 5.089 votos y tres escaños (uno más que en 2011), mientras que el PSOE sólo conservaba 1.945 y un escaño (en 2011 había obtenido 5.324 y dos escaños). En cuanto a las municipales, el PSOE sólo ganó en Alajeró (2.071 habitantes). La cuestión estaba clara. Quien había mandado y mandaba en La Gomera eran Curbelo y sus secuaces, siendo, efectivamente, las siglas y los partidos lo de menos.

Lejos de hundirse, el cacicato de Curbelo salía fortalecido de la crisis de 2015, y se fortalecía aún más en 2018 cuando la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife archivaba definitivamente la investigación de la operación Telaraña y decretaba la absolución de Casimiro al no poderse probar los hechos corruptos que se le imputaban. Vaya por Dios.

Persuadido de su total impunidad, papi Curbelo seguiría, por tanto, ejerciendo su dictadura en La Gomera con toda tranquilidad. Un año después, en 2019, volvería a verse involucrado en otro nuevo escándalo. A las oposiciones de enfermería convocadas por el Servicio Canario de la Salud, se presentó su hija (que ejercía en ese momento de Directora de Enfermería del Hospital Nuestra Señora de Guadalupe de La Gomera) y dos amigos suyos, generándose gran revuelo al comentarse en redes sociales que habían sido los únicos que no habían cometido ningún fallo en el examen. Finalmente sería el Sindicato Nacional de Trabajadores en Fraude el que presentaría la correspondiente denuncia ante el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de San Sebastián de La Gomera, si bien es cierto que no se pudo presentar ninguna prueba de la supuesta irregularidad, como suele suceder en este tipo de casos (es muy difícil demostrar que a alguien le han pasado las preguntas de un examen). Y como era previsible, dos años después la jueza de turno decretaba el sobreseimiento de la causa al no haberse observado ninguna irregularidad en el proceso selectivo.

Y así llegamos hasta nuestros días, con un Casimiro Curbelo omnipotente que continua ejerciendo su control absoluto sobre casi todo lo que pasa en La Gomera y que, aunque a veces se vea envuelto en algún lío judicial por sus chanchullos, finalmente nunca se consigue demostrar nada judicialmente. Esto viene provocando la desesperación y desmoralización de muchas personas honestas que aspiran a vivir en unas condiciones dignas y no bajo la humillación constante a la que las somete el caciquismo isleño, un caciquismo que en La Gomera ha encontrado un exponente muy particular pero que, en esencia, no es muy distinto al que sufren los habitantes de muchos lugares de las Islas y de otras muchas regiones del Estado, como ya hemos comentado.

Para canalizar el descontento de estas personas honestas y democráticas, han surgido en La Gomera diversas iniciativas políticas que han intentado articular la oposición anticaciquil por la vía electoral. De esta forma, han intentado disputarle el control de las instituciones insulares (ayuntamientos y cabildo) a la maquinaria clientelar curbelista, utilizando los puestos conseguidos en los diversos comicios para ejercer una oposición que les permite denunciar públicamente las practicas mafiosas y corruptas de la oligarquía insular e intentar frenarlas en la medida de lo posible. En las particulares condiciones de La Gomera (a las que aquí nos hemos referido), los resultados obtenidos no son en absoluto despreciables, y en los últimos procesos electorales han obtenido representación en la máxima institución insular y en 3 de los seis municipios de la Isla. Sin embargo, la política reformista desarrollada por estas organizaciones no puede sino desmoralizar aún más a los que aspiran a un auténtico cambio y creemos que esto podría estar ya sucediendo.

Para contrarrestar esta desmoralización es necesario recordar, en primer lugar, lo que ya sintetizó Marx sobre la democracia burguesa: “¡Cada pocos años los oprimidos están autorizados a decidir qué miembros de la clase opresora los representarán y aplastarán en el parlamento!”. Las elecciones son realmente una farsa y su único papel es legitimar el sistema de dominación y a los líderes encargados de gestionar en cada momento las diversas instituciones mediante las que la burguesía ejerce su dictadura sobre el pueblo. Esto es válido también, por supuesto, para La Gomera. El curbelismo, para conservar cierta legitimidad, necesita que en las elecciones que tengan lugar en la isla se registre una participación relativamente alta. Y todos conocemos la presión que sufre en estos procesos la población en sitios pequeños como La Gomera, pues los interventores de los diferentes partidos saben perfectamente quiénes son los que en cada colegio electoral no han acudido a “ejercer su derecho al voto”. La gente en las localidades poco pobladas suele tener miedo a ser señalado como abstencionista pues eso realmente puede acarrearles consecuencias negativas. Es una situación muy diferente a la que se registra en las ciudades más o menos grandes, donde las personas se sienten más libres de ir o no a votar. Por eso resulta especialmente significativo que, pese a toda esa presión, más de 4.300 personas (un 26,84% del censo) se abstuvieran de votar en las pasadas elecciones al Cabildo insular (2023), una abstención que se elevaría hasta el 36,5% en las elecciones generales de ese mismo año6. Más allá de la casuística particular de cada caso, es evidente que hay miles de personas en la isla que no confían en que el voto puede ser una vía para la solución de sus problemas.

Esta desconfianza, que siempre ha existido en mayor o menor medida, hay que situarla en el contexto actual. Resulta a todas luces evidente que hemos entrado ya en todo el mundo en una nueva época de guerras y revoluciones, como vemos todos los días en redes y medios de comunicación. Y es evidente también que, paralelamente, se está agudizando en gran medida la crisis del viejo Estado burgués y de la democracia burguesa como sistema de gobierno. En esta situación, el camino de los auténticos revolucionarios de La Gomera no pasa por convencer a esos 4.000/6.000 abstencionistas y a los muchos que votan por miedo o “con la nariz tapada” de que han de acudir en los próximos comicios a votar por los partidos “progresistas” o por las opciones “menos malas”. Al contrario, el camino pasa por denunciar el fraude electoral, confirmar el sentimiento de las masas de que las elecciones burguesas son una farsa y aumentar su conciencia al respecto, boicotear activamente las elecciones y trabajar entre las masas para continuar politizándolas. Lo contrario es brindar apoyo democrático al próximo líder burgués y contribuir a que el sistema de dominación se perpetúe.

No es cierto que la clase trabajadora de La Gomera esté contenta viviendo bajo este sistema, por mucho que el Cabildo corra con los gastos de todos los funerales y las prótesis dentales. Los gomeros sufren también el problema de los bajos salarios, el aumento del coste de la vida, el desempleo estacional, el problema de la vivienda, la turistificación masiva, el racismo, la opresión de la mujer, etc. Elección tras elección, la política burguesa demuestra ser incapaz de cubrir las necesidades de la clase obrera. No es cierto que la clase obrera y el pueblo de La Gomera estén contentos teniendo que vivir bajo un régimen político corrupto, por más que esa corrupción sea una práctica absolutamente generalizada en todo el Estado, como vemos a diario en los medios. Que la corrupción no sea un rasgo particular del régimen de Curbelo no la hace menos odiosa. Y lo mismo podemos decir del consumo de prostitución al que están acostumbrados políticos decadentes de uno u otro partido, siendo Koldo García y José Luis Ábalos los últimos ejemplos de una larga lista que encabezó en su momento el mismo Jefe del Estado. Tampoco es ésta una particularidad de los degenerados de Casimiro y de su hijo, y no por ello su machismo resulta menos repugnante. Una cosa tenemos clara: la democracia burguesa está podrida desde sus cimientos. Al proletariado no se le ha perdido nada en las elecciones burguesas. Ir a votar ya es perder, es ir a legitimar un sistema con cada vez menos apoyo popular. Al curbelismo no se le puede derrotar en las urnas y aunque se pudiera sólo serviría para encumbrar a una nueva bandería estructurada en torno a otro personaje de similar o peor calaña. Hay que dejar atrás las ilusiones depositadas en las elecciones y empezar a desarrollar otras formas de lucha.

NOTAS

1 – Recomendamos “La Revolución de Nueva Democracia es la base de la Revolución Proletaria Mundial”, texto publicado por el Comité Central del Partido Comunista de Brasil (P.C.B.) en diciembre de 2023. Se trata de un documento denso, pero que explica detalladamente por qué el problema de la tierra es el problema político central de los países semicoloniales y semifeudales. El libro está publicado online y puede consultarse en la página web de Servir al Pueblo o en El Heraldo Rojo.

2 – Siguiendo al Partido Comunista del Perú (PCP), diferenciamos entre sistema de estado y sistema de gobierno. El sistema de estado lo marca la clase o clases que tienen el poder (estado burgués, estado proletario, estado de nueva democracia) mientras que el sistema de gobierno es la forma en la que las clases organizan el poder (democracia burguesa, dictadura fascista). En este sentido, el proceso de transición de 1975 a 1982 cambió el sistema de gobierno, pero no el sistema de estado.

3 – Cuando hablamos de “burguesía canaria” o fórmulas similares, queremos referirnos a la burguesía local que vive en las Islas Canarias, y no a la burguesía nacional. No defendemos que burguesía canaria sea sinónimo de burguesía nacional porque, en el sentido marxista de la palabra, burguesía nacional es la burguesía media, la parte democrática de la burguesía cuyos derechos se deben respetar durante la revolución de nueva democracia en las naciones oprimidas por el imperialismo, que son países semicoloniales y semifeudales. En las Islas Canarias, en cuanto a las clases dirigentes, existe la gran burguesía -los monopolios imperialistas españoles, que están presentes en todo el Estado español, principalmente, a través de las instituciones estatales-, la pequeña burguesía reaccionaria y los terratenientes, disfrazados de nuevas formas de caciquismo. La burguesía media o burguesía nacional pudo haberse consolidado si hubiera habido revolución democrático-burguesa, pero por distintas razones que no entraremos a analizar en este documento, no la hubo. La inexistencia de la revolución democrático-burguesa, y la histórica rivalidad y fragmentación de las clases dirigentes insultares, permitió a la gran burguesía (monopolios españoles) gobernar junto a todos los reaccionarios locales, que recibieron su parte del pastel.

4 – Como se explica en la Ley 8/2015, de 1 de abril, de Cabildos Insulares, “desde el punto de vista territorial, el archipiélago canario es, por definición, un conjunto de islas. Y las islas son trozos de tierra separados por el mar. Por ello, la unidad física, geográfica, no es el archipiélago, sino la isla. Y ello no solo geográficamente, sino también sociológica y económicamente”.

5 – En 2024 tiene 9.562

6 – Hay que tener en cuenta que en las elecciones generales, la ASG de Curbelo solo se presenta al Senado, con el objetivo de apropiarse del único escaño que corresponde a la Isla en esta cámara, cosa que obviamente ha conseguido en todos los procesos electorales a los que se ha presentado.